Preparar concienzudamente nuestra intervención, tener claro cuál
es el propósito de nuestra ponencia, definir que queremos lograr si es
Convencer, enseñar o motivar.
Definir el mensaje principal que queremos trasmitir
Conocer el material que vamos a exponer, preparando y organizando
la información
Ensayar previamente ayuda a ganar confianza. Practicar el tono de
voz que sea alta, clara, puede ser
delante de amigos, la familia como si nos encontráramos delante del público.
Los primeros segundos son claves para causar una buena impresión,
y la honestidad es la mejor base.
Cuando nos quedemos bloqueados en medio de la charla lo mejor es
apoyarse en el material audiovisual y las notas que nos acompañan. También el beber un poco de agua nos ayuda a
retomar la charla.
Debemos creer en lo que estamos diciendo. Cuando compartimos un
mensaje en el que creemos de verdad, nuestra convicción trasciende cualquier
posible miedo
También conviene señalar que en el momento de hablar en público cada uno de
nosotros pensamos y nos decimos una serie de cosas que pueden contribuir a mejorar o a empeorar nuestra
actuación. No es lo mismo pensar “me voy a equivocar” a “puedo hacerlo”. Por eso es importantísimo prestar atención a nuestro dialogo interno, y
recordar que a veces nosotros somos nuestra mayor limitación.
La única manera de aprender a gestionar el miedo a hablar en
público es trabajar sobre nuestra percepción, regular las gafas que nos dan
información sobre cómo nos vemos a nosotros mismos y cómo nos ven los demás.
En este proceso, comenzamos a adueñarnos de nuestros pensamientos, especialmente en este tipo de situaciones,
que pueden limitar nuestra eficacia profesional y nuestro bienestar personal. Y ganamos el
coraje necesario para dejar de evitar las situaciones en las que nos tenemos
que exponer.
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